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El Mar De Tranquilidad 2.0
Charley Brindley
Una exasperada profesora de ciencias sociales de secundaria con la mitad de su clase de Гєltimo aГ±o reprobando, recurre a una medida drГЎstica que resulta en el Mar de la Tranquilidad 2.0. Cuatro de sus estudiantes proponen un proyecto radical para ayudar a frenar el aumento del nivel del mar y proporcionar una patria a algunos de los millones de refugiados que estГЎn a la deriva por las guerras, las economГas en quiebra y la violencia de las pandillas.
Charley Brindley
El Mar de Tranquilidad 2.0
El Mar de la Tranquilidad 2.0
Libro Uno
Escrito por
Charley Brindley
charleybrindley@yahoo.com
www.charleybrindley.com
EdiciГіn a cargo de
Karen Boston
Sitio web:https://bit.ly/2rJDq3f
Traductor: Santiago Machain
DiseГ±o de la portada a cargo de
Tamian Wood
www.BeyondDesigninternational.com
Publicado por
Tektime
В© 2019 Charley Brindley, todos los derechos reservados
Impreso en los Estados Unidos de AmГ©rica
Primera ediciГіn 16 de mayo de 2019
Este libro estГЎ dedicado a Durah Roberts Walker
Otros libros de Charley Brindley
1. The Rod of God, Book One: On the Edge of Disaster
2. The Rod of God, Book Two: Sea of Sorrows
3. Oxana’s Pit
4. Raji Book One: Octavia Pompeii
5. Raji Book Two: The Academy
6. Raji Book Three: Dire Kawa
7. Raji Book Four: The House of the West Wind
8. Hannibal’s Elephant Girl Book One: Tin Tin Ban Sunia
9. Hannibal’s Elephant Girl: Book Two: Voyage to Iberia
10. Cian
11. The Last Mission of the Seventh Cavalry
12. The Last Seat on the Hindenburg
13. Dragonfly vs Monarch: Book One
14. Dragonfly vs Monarch: Book Two
15. The Sea of Tranquility 2.0 Book 2: Invasion
16. The Sea of Tranquility 2.0 Book 3: The Sand Vipers
17. The Sea of Tranquility 2.0 Book 4: The Republic
18. Do Not Resuscitate
19. Ariion XXIII
20. Henry IX
21. Qubit’sIncubator
PrГіximos lanzamientos
22. Dragonfly vs Monarch: Book Three
23.The Journey to Valdacia
24. Still Waters Run Deep
25. Ms Machiavelli
26. Ariion XXIX
27. The Last Mission of the Seventh Cavalry Book 2
28. Hannibal’s Elephant Girl, Book Three
29. Casper’s Game
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CapГtulo uno
Adora Valencia abriГі de golpe la puerta exterior de la escuela Samson Uballus Central High School y se apresurГі a entrar.
El fresco interior ofreciГі un bienvenido alivio del hГєmedo clima de Los ГЃngeles. MirГі el reloj digital de letras rojas suspendido sobre el pasillo vacГo, a las ocho y cinco.
MaldiciГіn, llego tarde otra vez.
Se ajustГі el bolso y los libros en sus brazos, tratando de mantener su taza de Starbucks en posiciГіn vertical.
Pero no es mi culpa.
Se girГі a la izquierda, con los talones en el suelo de baldosas.
Bueno, tal vez lo sea.
Sin tiempo para dejar sus cosas en su oficina, se dirigiГі directamente a su salГіn de clases.
HabГa dormido muy poco la noche anterior, y nada en absoluto el sГЎbado por la noche. HabГa sido una pelea de un fin de semana, la peor de todas. HabГa tratado de cubrir las ojeras con maquillaje, con poco Г©xito.
Ese es el final de esa falsa mierda de cohabitaciГіn. No me importa si vivo sola el resto de mi vida. AdiГіs, Jasper Slocomb.
En la puerta de su aula de Estudios Sociales, hizo una pausa, luego respirГі profundamente y la abriГі.
–Buenos dГas, clase.
Seis de los veinticuatro adolescentes continuaron enviando mensajes de texto y jugando en sus telГ©fonos, tres se lanzaron fajos de papel unos a otros, dos se burlaron de la reciente nariz rota de Wilson Jackson, mientras uno dormГa tranquilamente en su escritorio.
Adora se quedГі quieta por un momento, viendo a los estudiantes ignorarla.
Dios mГo, es como dejar un campo de batalla por otro.
CaminГі hasta su escritorio, dejГі caer sus libros sobre Г©l, y abriГі el cajГіn central.
Excedrin, por favor, ven aquГ.
La botellita verde fue empujada hasta el fondo. La agitГі y sonriГі ante el agradable sonido de la botella. DespuГ©s de lavar dos pГldoras con un trago de cafГ© frГo, esperГі con anticipaciГіn a que la aspirina silenciara al cuerpo de tambores que marchaba dentro de su crГЎneo.
A los veintitrГ©s aГ±os, despuГ©s de haber enseГ±ado medio aГ±o en el Samson Uballus Central High School, Adora encontrГі que su trabajo estaba lejos de ser satisfactorio. Tal vez el Sr. Baumgartner, el director, le habГa echado encima todos los rechazos para probar su capacidad de enseГ±anza.
A mitad del segundo semestre, su clase de alumnos de Гєltimo aГ±o se estaba volviendo mГЎs rebelde con cada semana que pasaba. Unos pocos consideraban la universidad, pero la mayorГa querГa salir de la secundaria y vivir una vida de fiesta.
Los estudiantes continuaron enviando mensajes de texto, chismes, y dando vueltas, ignorГЎndola descaradamente.
–¿Hay alguien en casa?
Se ajustГі la blusa y se puso su largo pelo castaГ±o sobre el hombro.
Una lluvia de bolas de papel arrugado cayГі sobre el dormido Rocco Faccini donde se sentГі en la primera fila. Un fajo rebotГі en su cabeza y aterrizГі en el escritorio de Adora.
La ira aumentГі, ella apretГі la mandГbula y agarrГі el fajo, tirГЎndolo a la basura. Luego tomГі el cubo de basura de metal, lo levantГі hasta la altura del hombro y lo dejГі caer.
Faccini levantГі la cabeza y mirГі a su alrededor, con los ojos muy abiertos, mientras todos los demГЎs estudiantes se paraban a mirarla.
–Gracias por su atención. Adora empujó el cubo de basura de vuelta a su lugar con su pie. —Hoy vamos a hablar de las próximas elecciones presidenciales.
Esta declaraciГіn fue recibida con gemidos y miradas furtivas.
–Oh, Dios mГo. ВїQuГ© voy a hacer con ustedes?
–Danos cosas interesantes en las que trabajar, —respondió rápidamente Mónica Dakowski.
–Ayúdame con las matemáticas, —dijo Kendrick Jackson.
–Haz que los cocineros nos den mejor comida.
–SГ.
–¡Basta! Agarró una regla de metal y la golpeó en su escritorio. —Concéntrense, estudiantes. ¿Cuál es el objetivo de esta clase?
–¿Para aprender sobre la polГtica aburrida? MГіnica preguntГі.
–¿Lee la historia que a nadie le importa?
–¿Hablar de la igualdad que nunca conseguiremos?
–¿Resolver los problemas del mundo sobre los que no tenemos control?
–¿Cómo me ayudarán estas cosas a conseguir un trabajo en la construcción cuando me gradúe? Albert Labatuti preguntó.
–Muy bien, —dijo la señorita Valencia. —Hablemos de estas cosas. ¿A quién le gusta nuestro actual presidente?
Un coro de abucheos y carcajadas respondiГі a su pregunta.
–¿Cómo afecta el estudio de la historia al futuro? —preguntó.
–Todo lo que quiero saber sobre el futuro es, —dijo Albert Labatuti, —a qué hora empieza la fiesta de Faccini el viernes por la noche.
–¡SГ! ВїY tiene una piscina?
–Tengo una piscina, y la fiesta comienza a las ocho en punto.
–Me rindo. Adora se dejГі caer en su silla, se cruzГі de brazos y mirГі a sus alumnos, que ahora discutГan animadamente los detalles de la fiesta de Rocco Faccini.
Estoy harta de este grupo de payasos, y ese Excedrin no ha hecho nada por los golpes en mi cabeza.
El telГ©fono en el bolsillo de su falda vibrГі.
Cuando vio el nombre en la pantalla, su corazГіn se acelerГі, pero luego recordГі el horrible fin de semana que acababa de tener.
Sal de mi vida, Jasper.
Alguien llamГі a la puerta.
Adora guardГі su telГ©fono mientras el director Baumgartner entraba en la habitaciГіn.
Los estudiantes quitaron sus telГ©fonos de la vista y dejaron de hablar. Los chicos patearon los fajos de papel bajo sus escritorios y le sonrieron al Sr. Baumgartner, con las manos juntas, imitando a niГ±os inocentes.
Adora ni siquiera reconociГі a su jefe.
ВїPor quГ© molestarse? Espero que me despida para que pueda ir a trabajar al aserradero del tГo Mike.
–¿Qué está pasando? Miró de los estudiantes al profesor.
Adora se sentГі, se frotГі las sienes, y luego extendiГі las manos en un gesto de impotencia.
El Sr. Baumgartner se puso al frente de la clase, con las manos juntas a la espalda. —Jackson, ¿qué le pasó a tu nariz?
–Fútbol.
–Ah, jugando como defensor, ¿eh?
–No, señor. Estaba comiendo macarrones con queso en el comedor cuando alguien me tiró una pelota de fútbol.
Rocco recibiГі un golpe de puГ±o y una risa de MГіnica.
–Oh. Qué pena. El Sr. Baumgartner siguió adelante. —Johansson, ¿qué está pasando?
Michael Johansson se pasó el pelo negro sobre su oreja, tragó y miró al profesor. —Em… nosotros… uh… estábamos esperando pacientemente a que la Srta. Valencia nos diera nuestras tareas.
–Dakowski. Baumgartner se detuvo frente a otro escritorio. —¿Qué tienes que decir?
MГіnica Dakowski, capitana del equipo de animadoras, inclinГі la cabeza hacia un lado y puso una sonrisa simpГЎtica.
–Sabes que las caras bonitas y los caprichos no me afectan. Di algo inteligente.
–Estaba… em… estábamos tratando de conseguir…Agarró su cuaderno y lo abrió en una página rechazada. "Afganistán es mayormente un desierto, y…
–Buen SeГ±or. Eso es de tu clase de geografГa.
Pasó una página. —Un infinitivo dividido es una palabra o frase…
El director le pasó las manos por la cara. —Basta, Dakowski. Se volvió contra Adora. Señorita Valencia.
–¿SГ, seГ±or?
–¿Sabes cuántos estudiantes asisten a la Escuela Secundaria Central Samson Uballus?
–No, señor.
–Seiscientos diecisiete. ¿Sabes cuántas clases están en marcha mientras hablamos?
SacudiГі la cabeza.
–Veintitrés. Mientras caminaba por el pasillo, vi a los profesores en la pizarra, escribiendo tareas, estudiantes levantando sus manos con preguntas inteligentes, estudiantes de pie para dar informes orales… Miró a su alrededor todas las caras sonrientes. —Pero, ¿qué encuentro en tu clase?
Miró a los estudiantes. —¿Veinticuatro delincuentes juveniles con problemas sociales enviando mensajes de texto y haciendo ruidos de enfermedad?
–No. Encuentro a los estudiantes enloqueciendo mientras tú escribes.
–No estaba…
Levantó la mano en un movimiento de detención. —¿Sabe cuántos de sus estudiantes están fallando este curso?
–SГ.
–Casi la mitad.
–Lo sé, pero yo no…
–Me doy cuenta de que este es tu primer año en la escuela, y te he dado un respiro durante el primer semestre, pero ahora algunas de estas personas no se van a graduar por esta clase.
–¿¡Qué!? Susan Detroit lo soltó. —¿No va a qué?
–Sr. Baumgartner". Adora se puso de pie. —No creo que sea justo regañar a uno de tus profesores delante de sus estudiantes. Sintió que su cara se llenó de ira. —Esto debe hacerse en confianza. Alabar en frente de la clase y criticar en privado.
Los estudiantes miraron de su profesor al Sr. Baumgartner.
–¿Alabanzas? Dobló sus brazos sobre su pecho. —Te daré… Miró a los estudiantes. —Salgamos al pasillo.
La puerta se cerrГі detrГЎs de ellos.
–Señorita Valencia, usted pidió elogios. Tiene una postura perfecta y una excelente elección de peinados, pero me temo que sus habilidades de enseñanza son lamentablemente escasas.
–¿Alguna vez has tratado de enseñar a un grupo de delincuentes ruidosos los rudimentos de un comportamiento social decente?
–SГ, lo he hecho. ВїQuieres saber cГіmo?
Ella se cruzГі de brazos, mirГЎndolo desafiantemente.
–Disciplina.
–No responden a la disciplina. Todo lo que quieren es la gratificación sin esfuerzo.
–Esa es la naturaleza humana. Tienes que darles motivación para la recompensa.
–¿Cómo puedo hacer eso?
La observó por un momento. —No estoy seguro de que pueda, señorita Valencia. No todo el mundo está hecho para ser profesor.
–Soy una maestra.
–HabrГЎ una vacante en el departamento de educaciГіn fГsica en otoГ±o, y ahГ es donde estarГЎs, si tu contrato se renueva al final del aГ±o escolar.
El pecho de Adora se apretГі mientras lo miraba con desprecio.
¡Eso es!—Está bien, —dijo.
No voy a aguantar mГЎs sus estupideces.
–¿Quieres acción? —dijo ella.
AbriГі la puerta a empujones y el director la siguiГі hasta la habitaciГіn.
Los estudiantes se quedaron callados, observando atentamente a los dos adultos.
Adora agarrГі un libro de cuentas de su escritorio y lo abriГі. HablГі mientras escribГa nombres en la pizarra.
–Monica Dakowski y Roc Faccini. Albert Labatuti y Betty Contradiaz. Billy Waboose y Princeton McFadden. Siguió escribiendo nombres en parejas hasta que tuvo doce nombres en la lista, y luego miró al Sr. Baumgartner por un momento. Estos son los doce estudiantes que están reprobando mi curso.
El director puso sus manos a un lado. —¿Y qué?
Escribió la letra “F” después de cada nombre.
–¿Qué es eso, las notas de su último examen?
–Estas notas, —dijo con su tiza en la última F y se dirigió a los estudiantes, —son sus notas finales para esta clase.
El aula se llenГі de un grito colectivo, que se convirtiГі en un quejido de protesta.
El Sr. Baumgartner extendió su mano para acallar a la clase. —¿No cree, Srta. Valencia, que es un poco temprano para…?
–No, no lo hago. Si van a fallar, lo harán ahora, entonces pueden salir de mi aula e ir a pasar esta hora en la sala de estudio por el resto del semestre."
–Pero eso significa que no se graduarán en mayo.
–¿No me graduaré?, —dijo un estudiante en un fuerte susurro.
–Exactamente. Adora arrojó su tiza en la bandeja, rompiéndola en pedazos, y luego cruzó los brazos.
–No sé si puedes…
–Acabo de hacerlo.
El Sr. Baumgartner la mirГі fijamente.
–Puedes reemplazarme ahora, e irГ© a enseГ±ar educaciГіn fГsica, o…
–¿O qué?"
–O estos doce estudiantes que fracasan pueden intentar subir sus “F” a “C”, pasar mi curso y graduarse en mayo.
–¿Cómo esperas que hagan eso? No han hecho nada en esta clase hasta ahora.
–Proyectos de equipo. Adora agarró un fragmento de tiza y escribió junto a los seis juegos de nombres. “Alfa, Bravo, Charley, Delta, Eco, Foxtrot”.
MГіnica Dakowski levantГі la mano.
–¿Qué pasa, Dakowski? —preguntó el director.
–¿Qué tipo de proyectos? ¿Y por qué no puedo tener a Jackson en lugar de Wiki Leaky?
–Proyectos para… Adora miró fijamente la lista de nombres por un momento. ¿A dónde diablos voy con esto?—Proyectos para… identificar posibles soluciones para resolver los problemas de todos los habitantes del planeta.
–¿Cómo qué? El Sr. Baumgartner preguntó.
Adora hizo un gesto hacia su clase. —En diez aГ±os, esta gente, y miles como ellos, dirigirГЎn el paГs.
–Oh, Dios mГo. El director se dejГі caer en la silla de Adora. —Es la cosa mГЎs deprimente que he escuchado en toda mi vida.
–Una década después de salir de la escuela secundaria, se abrirá camino en McDonalds, WalMart, Pizza Hut, Home Depot, el departamento de bomberos, la oficina de licencias, y el personal docente aquà en SUCHS. Poco después de que lleguen a la gerencia media de estas organizaciones, tomarán decisiones sobre cómo operan los negocios, el gobierno y la sociedad. Y al hacerlo, determinarán la dirección futura de la raza humana.
–Basta, Srta. Valencia, —dijo el Sr. Baumgartner, —antes de que entregue mi solicitud de retiro. Se puso de pie, empujando la silla hacia atrás. —Johansson, —dijo. ¿Qué piensas de ser un gerente intermedio en Home Depot?
–Genial. ¿Puedo conducir el montacargas?
–Señorita Valencia, —dijo el director, —Voy a la clase de matemáticas del Sr. Cogan, donde tiene ocho estudiantes en el papel de honor. Tienes dos semanas para mostrarme algunos resultados. De lo contrario, no serán sólo estos doce estudiantes los que fracasen al final del año escolar.
SaliГі furioso, golpeando la puerta tan fuerte que hizo temblar las ventanas.
CapГtulo dos
A la maГ±ana siguiente, a medio mundo de distancia de Los ГЃngeles, dos jГіvenes se sentaron en el borde protegido de una alta y curvada duna, viendo como el amanecer de miel ahuyentaba la noche moribunda.
Tamir seГ±alГі una oscura grieta que separaba las dunas de las llanuras que conducГan al oasis de Mirasia.
Algo se adentrГі cautelosamente en la luz oscura.
Sikandar asintió. —Es el viejo Pitard. Esperemos a ver quién le sigue.
Estos dos hombres, que aГєn no tienen veinte aГ±os y son amigos desde la infancia, no son de origen ГЎrabe ni oriental, sino nГіmadas del Medio Oriente de antigua tradiciГіn. Incontables generaciones antes que ellos habГan llevado una existencia austera en el desierto. Su pueblo mantenГa un delicado equilibrio demogrГЎfico que nutrГa y aprovechaba las escasas plantas y animales autГіctonos sin corromper el medio ambiente.
Tamir tenГa los comienzos de una barba, pero aГєn no lo suficiente como para afeitarse.
La tez ligeramente bronceada de Sikandar contrastaba con sus ojos azul hielo, mientras que el pelo oscuro y rizado escapaba de los bordes de la bufanda que envolvГa su cabeza. Las largas colas de su sombrero marrГіn y gris se ataron en la espalda, y luego se dejaron caer sobre su hombro. Su fuerte mandГbula no habГa conocido aГєn una barba.
Donde su amigo, Tamir, se ganaba unas cuantas miradas de admiraciГіn, Sikandar giraba la cabeza de todas las mujeres. Sin embargo, tratГі esta atenciГіn con un educado despido, como si aГєn no hubiera atraГdo la mirada de la que buscaba.
Como si se estuvieran reflejando, los dos jГіvenes levantaron sus bufandas para cubrir sus narices y bocas contra el viento ascendente, y luego metieron los extremos en los pliegues a los lados de sus cabezas.
Vieron a seis asustadizas camellas escalar el vasto mar de arena detrГЎs de su amo cuadrГєpedo, el gallito Pitard, hacia su primer trago en cuatro dГas. Los camellos parecГan sentir el agua en vez de olerla mientras se apresuraban a meter sus hocicos en el lГquido fresco.
Su lГder se detuvo, haciendo que los seis se detuvieran abruptamente, donde casi chocan con la prominente retaguardia de su seГ±or y protector.
ВїPor quГ© se habГa detenido cuando estaba tan cerca de las refrescantes aguas?
Miraron a su alrededor para ver otra hembra parada cerca, con sus tobillos delanteros cojeando.
El gran macho la mirГі, quizГЎs evaluando a la encantadora criatura como una adiciГіn a su harГ©n, sin darse cuenta de la cuerda retorcida alrededor de sus piernas.
Ella refunfuГ±Гі una advertencia cuando Г©l se acercГі.
Г‰l no mostrГі ningГєn miedo a esta hembra regordeta. Lanzando su habitual precauciГіn al viento, levantГі su cabeza por encima de la de ella y se acercГі.
El gran macho estaba a sГіlo un metro de ella cuando un cable trampa enviГі una bola con tres piedras pesadas, volando desde la arena y rodeando varias veces sus patas delanteras. Se criГі, tropezando hacia atrГЎs, pero por mucho que lo intentara, no se apartГі de la estaca clavada en la tierra.
La hembra atada refunfuñó de nuevo, como diciendo, “Te lo dije”. Masticó su bolo alimenticio y se volvió para ver a los dos hombres bajar por la duna.
No tenГan prisa por reclamar su premio del toro y sus seis damas; las hembras no dejaban a su amo, aunque ahora era un cautivo.
Ya era un buen dГa de trabajo para Sikandar y Tamir.
CapГtulo tres
—¿CuГЎl es el problema mГЎs apremiante al que nos enfrentamos hoy en dГa? Adora escribiГі en la pizarra mientras decГa las palabras.
Este fue el dГa despuГ©s de que anunciara los nombres de los doce estudiantes que seguramente reprobarГan su clase.
–No hay zoom en la cámara de mi teléfono, —respondió rápidamente Billy Waboose.
–Consigue un iPhone, imbécil, —respondió Albert Labatuti.
–Dame mil dólares y lo haré.
–¡Eh! La Srta. Valencia gritó para llamar su atención. —No estamos hablando de teléfonos. Tenemos que mirar el panorama general. Ahora, hagamos esto de manera ordenada. Levanten la mano si tienen algo significativo que decir.
Monica Dakowski y Princeton McFadden levantaron sus manos.
–SГ, MГіnica.
–Necesitamos seriamente camas de bronceado en la sala de estudio.
Hubo algunos murmullos de acuerdo.
–¿Camas solares? La Srta. Valencia dijo. —¿En serio? ¿Crees que es un problema monumental que enfrenta la raza humana?
–Piensa en ello. PodrГa broncearme bien mientras busco en Google problemas monumentales.
–Y podrГa ver a MГіnica broncearse y buscar en Google, —dijo Roc.
Este comentario le hizo reГr un poco.
–No, —dijo el profesor. —¿Alguien más?
–¿Es un bronceado de cuerpo entero? McFadden preguntó.
Mónica le sonrió, bajó la barbilla y se encogió de hombros, su forma de decir “tal vez”.
Faccini levantГі la mano.
–SГ, Roc. Por favor, dinos algo sustancial.
–¿Cuánto cuesta una cama de bronceado?
Varios estudiantes comenzaron a buscar en Google “Camas solares”.
–Oh, Dios mГo. La Srta. Valencia se dejГі caer en su silla.
–Tengo una pregunta importante, —dijo Albert Labatuti.
La Srta. Valencia lo mirГі, con una ceja levantada.
–¿Por qué no podemos tener un Wi-Fi más rápido aquà en SUCHS?
–SГ, —dijo MГіnica, —¿por quГ© no podemos? Le guiГ±Гі un ojo a Labatuti. —Eso es realmente sustancial.
Labatuti sonriГі.
–¿Tenemos Wi-Fi? Faccini preguntó.
–No para los neandertales, —respondió Mónica.
–Bueno, al menos no tengo que quitarme los zapatos para escribir.
–¡Silencio! La Srta. Valencia se paró y caminó detrás de su escritorio. —¿Qué voy a hacer con esta gente? —murmuró mientras regresaba por el otro lado.
Las cabezas de los estudiantes se volvieron al unГsono para mirarla, excepto la de Faccini, que comenzaba a dormirse.
Debe haber algo para poner sus traseros en marcha.
Una vez en la ventana, dio la vuelta y se acercó a la pizarra. —Muy bien, veamos quién puede buscar esto en Google en el menor tiempo posible. Ella agarró la tiza. —¿Cuál es el mayor problema que enfrenta la humanidad?
La habitaciГіn se llenГі de silencio, excepto por el suave sonido de los pulgares de los telГ©fonos.
–¡Mierda! McFadden dijo.
–Estamos en un profundo do-do, —dijo Betty Contradiaz.
–¿Cómo se escribe “Google”? Faccini preguntó.
–Es e-l-g-o-o-g, en neandertal. Billy Waboose le guiñó el ojo a la clase.
–Gracias.
MГіnica se riГі.
–Oye, —dijo Waboose, —Encontré una cama de bronceado para veintitrés noventa y cinco en eBay.
–No está mal, —dijo Faccini. —Déjame ver.
–Será mejor que le añadas dos ceros, —dijo Mónica.
–Oh.
–Problemas monumentales, —dijo la Srta. Valencia, —no sueños de adolescente.
–CreГ que habГas dicho “los problemas mГЎs grandes”. Faccini dijo.
El telГ©fono de la Srta. Valencia vibrГі.
Ella mirГі su telГ©fono. ВїQuГ© se necesita para que te entre en tu gorda cabeza, Jasper? Ella hizo clic en algo en su telГ©fono. Terminamos, acabamos, finalizamos.
–Calentamiento global, —dijo Betty Contradiaz.
La Srta. Valencia levantó la vista de su teléfono. —¿Qué pasa con eso?
–Hay más de sesenta y cinco millones de refugiados, —dijo Waboose.
–SГ, —dijo el profesor, —¿y por quГ© son refugiados?
–Tengo una solución para el problema de los refugiados, —dijo Faccini.
–¿Qué es eso? La Srta. Valencia preguntó.
–EnvГenles equipaje para que puedan salir de allГ.
Eso me hizo reГr un poco.
Adora se dio una bofetada en la frente y luego se fue a la ventana. TratГі de abrirla, pero estaba atascada. La golpeГі con el talГіn de su mano, pero aГєn asГ no se moviГі.
Waboose se puso de pie y se dirigiГі a la ventana. MirГі a la Srta. Valencia, levantГі el pestillo y abriГі la ventana con un dedo.
Adora se aclarГі la garganta. —“Gracias”. RespirГі hondo y tosiГі mientras Waboose volvГa a su escritorio para recibir un aplauso. MirГі hacia fuera para ver si estaban lo suficientemente altos como para suicidarse.
No con una caГda de un metro sobre las begonias.
Vio a una bandada de petirrojos aterrizar en la hierba para arrasar con el mundo de los insectos.
Ah, para la vida simple. SГіlo volar todo el dГa y comer insectos.
Ella dio un paso atrás hacia el otro lado. —Bien, ¿quién dijo “calentamiento global”?
Los estudiantes se miraron unos a otros. Algunos sacudieron sus cabezas. Otros parecГan confundidos por la pregunta.
Mónica señaló a Betty Contradiaz. —Ella lo hizo.
–No, no lo hice.
–SГ, Betty, lo hiciste, —dijo el profesor. —¿QuГ© hay del calentamiento global?
Betty hizo clic febrilmente en su telГ©fono.
–No es bueno, —dijo Mónica en un fuerte susurro dirigido a Betty.
–No es bueno, —dijo Betty.
–¿Y por qué es eso? Adora miró alrededor de la habitación. —¿Alguien?
–Creo que podrГa ser algo bueno, —dijo Waboose.
–¿Por qué?
–No más invierno.
–SГ, —dijo Faccini. —IrГ© por eso.
–Bien, —dijo el profesor. —Si hace tanto calor aquà que tenemos un verano perpetuo, ¿qué pasará con la gente en el ecuador?
–Va a hacer mucho calor, —dijo Mónica.
–¿No podrán vivir all� Waboose preguntó.
–Exactamente, —dijo el profesor.
–Mejor que esos refugiados envГen su equipaje a los ecuatorianos.
–Lindo, Sr. Faccini, —dijo Adora. —Pero ahora tenemos otros cincuenta millones de refugiados.
–¿Por qué no detenemos el calentamiento global? Betty preguntó.
–Buena pregunta, Srta. Contradiaz. ¿Alguien tiene una solución para eso?
Nadie dio una respuesta, pero unos pocos sacudieron sus cabezas.
–Aquà hay otro monumento, —dijo Mónica.
–¿Qué? —preguntó el profesor.
–El nivel del mar va a subir de siete a docecentГmetros para el 2050, leyГі desde su telГ©fono.
–Eso es más o menos para cuando te asciendan a gerente de McDonalds, —dijo Waboose.
–Uff, si ella puede subir en McDonalds, —dijo Faccini. —Tienen estándares, ya sabes.
–Vuelvan a su curso, gente, —dijo Adora. —Tenemos el calentamiento global, el aumento del nivel del mar, y decenas de millones de refugiados.
–SГ, —dijo Waboose, —y eso es sГіlo en nuestra frontera sur.
–¿QuГ© pasa con esos apestosos canadienses? Betty dijo. —PodrГan invadirnos en cualquier momento.
–Canadá nos va a invadir, ¿eh? Faccini preguntó. —En serio, Contradiaz, ya veo por qué vas a estar en el instituto hasta que el agua de mar llegue a tus tobillos.
–Cada vez que la Srta. Valencia arrojaba su telГ©fono al escritorio, empezГЎbamos a discutir un problema real, alguien tenГa que empezar con los chistes. ВїAlguno de ustedes alguna vez se pone serio?
Varias manos subieron.
–SГ, MГіnica.
–Me pongo bastante serio en la práctica de las animadoras.
–Y me pongo bastante serio cuando veo los entrenamientos de las animadoras.
La Srta. Valencia cogiГі su telГ©fono, cogiГі su bolso y se dirigiГі a la puerta. Se girГі para mirar a su clase. Con un profundo suspiro, dijo: —Ustedes estГЎn solos. AlcanzГі el pomo de la puerta. —Me voy de aquГ.
La puerta se cerrГі de golpe detrГЎs de ella, dejando la habitaciГіn en silencio.
Cinco minutos despuГ©s, estaba sentada en un banco duro fuera de la oficina del director.
CapГtulo cuatro
Adora pasГі veinte minutos con el director Baumgartner. Cuando entrГі a su oficina, estaba lista para presentar su renuncia.
–SeГ±orita Valencia. El Sr. Baumgartner se recostГі en su silla giratoria y girГі un bolГgrafo en sus dedos, —si renuncias sГіlo porque dejaste que un montГіn de chicos alborotadores te corrieran, te serГЎ difГcil conseguir otro trabajo de profesor.
–Ya lo sé.
–Estás entrenado para enseñar. ¿De verdad vas a dejar que todo eso se vaya por el desagüe y trabajar en un aserradero?
–Fuiste tan duro conmigo como los estudiantes.
–Me pagan para ser asГ. CrГ©eme, no es fГЎcil.
–¿Entonces por qué lo haces? Tomó un pañuelo de la caja que él empujó sobre el escritorio.
–Porque querГa ver de quГ© estГЎs hecho.
–Bueno, lo estás viendo.
–No. No lo estoy. Abrió un cajón y sacó un formulario. —Estás hecho de mejores cosas, y voy a sacarlo de ti.
–¿Ah, s�
Le entregó el formulario. —Es una solicitud para un periodo sabático de dos semanas.
–¿De qué servirá eso? Tomó la forma, hojeando las preguntas.
–Le dará tiempo para reconsiderar sin ser penalizado en su registro de enseñanza.
–¿Qué pasa con mis estudiantes?
–No te preocupes. Estarán bien atendidos.
* * * * *
A la maГ±ana siguiente, un joven alto entrГі en el aula. MirГі a los veinticinco estudiantes que le miraban fijamente.
Monica Dakowski dejó caer su cuaderno al suelo. —“Lo siento”. Ella mantuvo los ojos en el hombre mientras se inclinaba para buscar su cuaderno.
Se quitГі la chaqueta, la tirГі en la silla, se alisГі el pelo rizado y se arremangГі las mangas cortas en su camiseta azul ajustada. Sus bГceps eran del tamaГ±o del muslo de una animadora.
Faccini llamГі la atenciГіn de Betty Contradiaz e imitГі el hecho de meterle un dedo en la garganta.
Ella puso los ojos en blanco y se concentrГі en el hombre de los mГєsculos.
El hombre no se dio cuenta; estaba demasiado ocupado admirando su bГceps derecho. Se inclinГі como para besar el mГєsculo abultado.
Albert Labatuti le aclarГі la garganta.
El hombre mirГі a Labatuti y le saludГі con un empujГіn en la barbilla.
MГіnica levantГі la mano.
–¿SГ? Se centrГі en su bГceps izquierdo.
–¿Eres…? Mónica se aclaró la garganta. —¿Eres nuestra nueva maestra? Espero que…
–¿Tu qué?
–¿Nueva maestra?
–No lo sé. Tal vez.
–¿Quién es usted? Billy Waboose preguntó.
–Wagner" Pronunció la “w” como una “v”. —¿Y tú eres?
–Billy Waboose.
–¿” Vaboose”? ¿Qué clase de nombre es ese?"
–Chino, creo.
–Mmm… suena a polaco. Wagner puso sus manos en la cintura y se retorció de lado a lado. —¿Ya habrán hecho sus calentamientos?
–¿Nuestro qué? Albert Labatuti preguntó.
–Ejercicios de calentamiento. Wagner separГі sus pies, luego se inclinГі hacia adelante, manteniendo sus rodillas rГgidas. ColocГі las palmas de las manos en el suelo.
Betty se quedГі a medio camino, levantando su cuello para tener una mejor vista.
Faccini estirГі su pie para empujar el escritorio de Betty de lado.
Casi se cayГі de culo.
–Está bien, —dijo Mónica, —Estoy acalorada. Se abanicó a sà misma, y luego le dio un golpe con el puño a Betty.
Wagner miró hacia arriba. —¿Qué es esta clase?
Ciencias Sociales, —dijo Labatuti.
–¿Qué significa eso?
–Em… social, como en la sociedad, —dijo Mónica. —Y la ciencia, como en.…em… ciencia.
–Ah, —dijo Wagner. —Eso realmente lo aclara. ¿Qué haces aqu�
–Hablamos de los acontecimientos actuales.
–Tienes que estar bromeando.
–No, eso es lo que hacemos. Buscamos cosas en Google y las discutimos.
–Es la mierda mГЎs aburrida que he oГdo nunca.
–Lo sé, ¿verdad? Betty dijo.
–Muy bien, gente. Wagner fue a la puerta y la mantuvo abierta. —Olvida toda esa basura. Vamos a divertirnos un poco.
–¿Adónde vamos? Waboose preguntó.
–Al campo de fútbol.
–¿Por qué?
–Vamos a hacer algo real.
Los estudiantes se pusieron de pie y comenzaron a recoger sus cosas.
–Dejen sus teléfonos, carteras y bolsas de peluche. No necesitarán nada de esa parafernalia durante la próxima hora. Le dio una bofetada a Faccini en el hombro, empujándolo por la puerta. —Todo lo que necesitas son suspensorios y Gatorade.
–¿Qué vamos a hacer en el campo de fútbol? Mónica preguntó. —Y dejé mi suspensorio en mi casillero.
–Ole Bum dice que tengo que ponerlos en forma.
–No creo que eso sea lo que el Sr. Baumgartner quiso decir cuando…
–Muévete, niña; nos estamos asando al sol.
En el pasillo, los alineó, hombro con hombro. Cuando estuvo satisfecho con la formación, gritó: —“¡Lado derecho!”
Uno de los chicos girГі a la izquierda, chocando con Waboose.
–Tu otra izquierda, idiota, —dijo Wagner.
Las chicas se rieron.
–Silencio, —dijo mientras pasaba corriendo junto a ellas para mantener abierta la puerta exterior. —El doble de tiempo ahora, y toma la siguiente acera a la derecha. Muévete, muévete.
En el campo de fútbol, los alineó en dos filas. —Vamos a empezar con cuarenta bandas laterales.
–¿Arreglos laterales?
–AsГ. EmpezГі a hacer el ejercicio.
MГіnica era la Гєnica que podГa hacerlo. Los otros se desplomaron en una variedad de contorsiones tipo marioneta.
–Buen trabajo, —dijo Wagner. —¿Cómo te llamas?
–M-M-Mónica.
–Buen trabajo, M-M-Mónica.
DespuГ©s de diez minutos de vueltas laterales, corrieron por la pista ovalada durante cinco vueltas. SГіlo Waboose y Contradiaz dieron las cinco vueltas completas.
El Sr. Wagner hizo flexiones mientras esperaba que los rezagados se tambalearan. Los otros estudiantes se tendieron en la hierba, tratando de recuperar el aliento.
Finalmente, Roc se saliГі de la pista y cayГі en la hierba.
Wagner se puso de pie de un salto. —Bien, gente. Aplaudió. —¿Quién quiere jugar al “quemado”?
–¡Mierda! Faccini se revolcó en la hierba. —Sólo déjame morir.
La mitad de los niГ±os se las arreglaron para ponerse de pie, y luego extendieron sus manos para el resto.
Wagner se arrodilló junto a Faccini. —Si no puedes soportarlo, ve a buscar tu teléfono y busca en Google “afeminado”.
–Ya voy, ya voy. Faccini se arrodilló.
Los otros le aplaudieron.
Betty Contradiaz le extendiГі la mano.
–Gracias.
Wagner corriГі hacia la cancha para jugar al“quemado”. —Caigan detrГЎs de mГ, gente.
* * * * *
A la maГ±ana siguiente, a las 8:05, estaban de vuelta en el campo de fГєtbol, saltando, corriendo y sudando.
–¿Todo este… ejercicio va a subir… nuestras notas finales? Princeton McFadden preguntó.
–No, —dijo Wagner, —ustedes ya han fracasado. Todo lo que tengo que hacer es mantenerlos ocupados por el resto del semestre.
* * * * *
Monica Dakowski se acostГі en un sofГЎ azul junto a la piscina, sorbiendo una Coca-Cola Light mientras media docena de adolescentes jugaban a Marco Polo en la piscina.
Tres chicos de segundo aГ±o se sentaron en una mesa redonda cercana, bebiendo cerveza y bebiendo vino. Se rieron y se rieron de cada comentario juvenil que cualquiera de ellos hizo, compitiendo desesperadamente por la atenciГіn de MГіnica con crudas y lascivas bromas.
Ella los ignorГі en su mayor parte, y luego los mirГі fijamente cuando se volvieron demasiado molestos.
–Hola, Mónica. Albert Labatuti se sentó en una silla de plástico a su lado.
Ella le echГі una mirada de reojo, y luego mirГі hacia la piscina.
–Gran fiesta, ¿eh?
–SГ, simplemente genial.
–Bonito bikini.
Ella lo miró fijamente. —¿Quieres algo, Labatuti?
–Me preguntaba si… em… podrГa… Вїquieres ir a ver una pelГcula con… ah… conmigo, maГ±ana por la noche?
Sus tres admiradores se quedaron callados.
–¿CГіmo puedes pensar en pelГculas y fiestas cuando nos enfrentamos a la perspectiva de repetir el Гєltimo aГ±o del secundario?
–No lo sé. Es como la canción, “Guys Just Wanta HaveFun”.
Es “Girls Just Wanta Have Fun”, —idiota. Pero no será divertido para ninguno de los dos tener 18 años y aún estar en el instituto. ¿Te das cuenta que estaremos en clases con estos tres cretinos? Sonrió a los chicos, y luego frunció el ceño a Albert.
Los tres se miraron entre sГ. Uno de ellos sonriГі.
–Lo sé, pero ¿qué podemos hacer al respecto?
–La Srta. Valencia tenГa razГіn en que no tratamos de lograr nada, —dijo MГіnica.
–Supongo que sГ.
–Ahora ha dejado de enseñar, y somos idiotas.
–Bien, bueno, nos vemos. Albert se puso de pie.
–Qué desperdicio de agua.
Se sentó de nuevo. —¿Qué es?
–Esta piscina llena de agua y bolas de tonto que se mueven arriba y abajo, actuando como niños.
–SГ. Me tengo que ir.
–¿Cuánta agua crees que hay en esa piscina?
–No lo sé. Cuatro mil litros, tal vez.
–La gente en África tiene que caminar ocho kilómetros sólo para conseguir un cubo de agua sucia, —dijo Mónica.
–¿Cómo sabes eso?
–Facebook. Los refugiados de Siria tienen que pedir una botella de agua.
–Pueden tener el mГo. Albert sacudiГі su Evian casi vacГa.
–Y aquГ estamos sentados, viendo a la gente revolcГЎndose en miles de metros cГєbicos de agua. No podrГa importarles menos la gente que no puede ni siquiera darse una maldita ducha.
Uno de sus seguidores se riГі. Los otros dos siguieron su ejemplo.
–Estás de muy mal humor. Creo que iré a buscar a Betty Contradiaz.
–SГ, hazlo.
Albert encontrГі a Betty en el salГіn, sentada en el sofГЎ y viendo a dos tipos jugando al Fortnite.
–Hola, Betty, —dijo mientras se sentaba a su lado.
–Hola, Albert. ¿Qué tal?
–¿Quieres ir al cine conmigo mañana por la noche?
–¿Cómo puedes pensar en salir cuando probablemente no nos graduemos en mayo?
–Oh, Dios. Tú también no. Acabo de escuchar a Mónica hablar una y otra vez sobre repetir el último año, y cómo la gente en África tiene que caminar ocho kilómetros por el agua, y los refugiados no se duchan, y cómo decepcionamos a la Srta. Valencia.
–La decepcionamos, y ahora no nos vamos a graduar.
–Pero no podemos hacer nada al respecto, —dijo Albert. —AsГ que deberГamos divertirnos un poco.
–Nos dio una forma de subir nuestras notas, y lo arruinamos.
–Lo sé, y me odio por ello. Si salimos mañana por la noche, al menos podemos olvidarnos de ello por un tiempo.
–Estamos aquГ, en una gran fiesta, y no puedo superar cГіmo la hemos fastidiado.
–Me tengo que ir. ¿Has visto a Roc?
–¿Tienen que caminar ocho kilómetros para obtener agua?
–SГ, y los refugiados tienen que mendigar una botella de agua. Voy a la cocina a pedir agua. ВїQuieres algo?
–¿Por qué los refugiados no tienen un pozo o algo as�
–Están en medio del desierto. No hay agua ahà fuera. Albert se puso de pie. —Oye, ahà está Faccini.
Roc estaba en camino hacia la puerta principal.
–¿Qué pasa, Faccini? Albert preguntó.
–Nada, —dijo Roc. —Me voy.
–¿Te vas? Aún no son ni las diez, y esta es tu fiesta.
–Me aburro.
–¿Te aburres? Hay chicas, videojuegos, bikinis…
–No me importa, —dijo Roc. —Mañana, estoy buscando un trabajo.
–¿Estás bromeando? ¿Qué clase de trabajo vas a conseguir sin un diploma de secundaria?
–¿Qué sentido tiene pasar los próximos cuatro meses en la escuela si no nos vamos a graduar?
–Oh, Dios mГo, ВїtГє tambiГ©n? Todo el mundo estГЎ desanimado por no graduarse.
–DesearГa que la seГ±orita Valencia volviera. Me pondrГa a trabajar en un proyecto para ella.
–SГ, bueno, ella se fue, por nuestra culpa.
Alguien puso la música a tope. Un tipo gritó: —“¡FIESTA!” y empezó a empujar los muebles de la sala de estar.
Betty llegó a la puerta principal. —¿Se van chicos?
–Sólo quiero ir a buscar a la Srta. Valencia, —dijo Roc, —y rogarle que vuelva.
–TendrГas que darle una buena razГіn para volver a un trabajo que odia.
–Si pudiГ©ramos hacer que volviera a enseГ±ar, —dijo Albert, —¿tendrГamos tiempo para hacer nuestros proyectos y subir nuestras notas?
–Tenemos tiempo, —dijo Betty, —¿pero qué proyectos?
–No sé, entregar agua a esa pobre gente en el desierto.
–¿Qué gente? Roc preguntó.
–Africanos, refugiados sirios, y probablemente muchos más.
–Oye, —dijo Betty, —¡ese podrГa ser nuestro proyecto!
–¿Qué proyecto? Roc preguntó.
–Llevar agua a esa gente en el desierto, —dijo Betty. —Y ayudando al medio ambiente. ¿Dónde está Mónica?
* * * * *
A las 5 p.m. del lunes, en el lote trasero de Whacker's Lumber Yard, Adora sacГі dos por cuatro de una pila y los apilГі en las pinzas de un montacargas. Se quitГі un guante y levantГі sus gafas de seguridad para limpiarse el sudor de los ojos. Con sus gafas en su lugar, mirГі su orden de trabajo.
Setenta y dos mГЎs de estos astillados hijos de puta.
TrabajГі sin parar durante 20 minutos, comprobГі dos veces el nГєmero de tablas y se subiГі al asiento del montacargas.
Justo cuando encendiГі la mГЎquina, alguien la llamГі por su nombre. MirГі por encima del hombro y vio a cuatro adolescentes corriendo hacia ella. No apagГі el motor ni se molestГі en bajar; sabГa quiГ©nes eran.
–¡Señorita Valencia, la hemos encontrado!
–No sabГa que estaba perdido.
–Te perdimos.
Casi sonrió. —Entonces, los Tres Chiflados, más la mitad de Abbot y Costello. Ella miró a cada uno. —¿Qué estás haciendo aqu� ¿Comprando tejas?
–Queremos que vuelvas, —suplicó Mónica.
–Estoy en un año sabático. Puso el montacargas en marcha.
–¿No puedes tomarte un año sabático? Roc preguntó.
–¿Por qué?
–Sr. Wagner, —dijo Roc. —Por eso.
–¿Quién es Wagner?
–Un profesor sustituto que ni siquiera sabe deletrear ciencias sociales, —dijo Betty.
–¿De dónde ha salido? Adora preguntó.
–Baumgartner lo envió para que se haga cargo de tu clase.
–Bueno, ¿sabes qué? Empujó una palanca para levantar su carga de dos por cuatro del suelo. —Realmente me importa un bledo.
–SГ, lo sabes, —dijo MГіnica. —Trataste de hacernos conscientes e involucrarnos en los grandes problemas que enfrenta la humanidad."
–SГ, lo hice. Pero fallГ©. MirГі a los niГ±os. —Y ahora tengo que volver al trabajo. No voy a fallar en este trabajo tambiГ©n.
–Pero te necesitamos, y…
–¿Qué?
–Estamos cansados, —dijo Albert. —Agotados, en realidad.
–¿Por qué?
–Wagner nos hace hacer calistenia y correr y esquivar la pelota.
–Ya no buscamos en Google problemas monumentales, —dijo Betty. —No discutimos soluciones para el calentamiento global, quГ© hacer con los refugiados y cosas asГ.
–Sólo corremos y saltamos arriba y abajo, —dijo Waboose.
–No sé lo que puedo…
–Descubrimos algo, —dijo Mónica.
–¿Qué quieres decir con algo?
–No resolverá todos los problemas del mundo, —dijo Roc, —pero puede que les dé un gran mordisco.
Adora apagó el motor. —¿Qué es?
–Necesitamos tu ayuda con esto, —dijo Mónica, —pero tienes que dejar que todos trabajemos juntos. El proyecto es demasiado grande para un equipo de dos personas.
–¿Volverás? Betty preguntó. —¿Y ayudarnos?
–¿Qué tan grande es esta cosa?
–Más de cuarenta millones de hectáreas, —dijo Mónica.
–Vaya, ese es el tamaño de…
–Alemania, más Panamá.
CapГtulo cinco
Hans Wagner tenГa a los estudiantes alineados y listos para salir del aula hacia el campo de fГєtbol cuando el Sr. Baumgartner entrГі, seguido de una sonriente Adora Valencia.
–Buenos dГas, seГ±or, —dijo Wagner, devolviendo la sonrisa de Adora. —Veo que tenemos un nuevo estudiante para agregar a nuestro equipo.
–No del todo, Wagner, —dijo el Sr. Baumgartner. —¿QuГ© sabe usted de quГmica orgГЎnica?
–SГіlo lo que aprendГ en el jardГn de infantes.
–Maravilloso. Preséntese en la habitación tres-cuarenta y dos. La Sra. Sequallis cree que está a punto de dar a luz.
–¡Si! Betty golpeó el aire con su puño.
Wagner mirГі a Betty. —SГ, seГ±or. Y con un escГЎner final de cuerpo entero de Adora, saliГі por la puerta.
–Ahora, entonces, —dijo el director, —Monica Dakowski, ¿qué es eso de que tú y tu pandilla se apoderan de Alemania y Panamá?
–Uh…
Adora inclinГі su cabeza hacia la pizarra.
Mónica agarró a Roc Faccini por el brazo. —Vamos, —susurró. —Estás tan metida en esto como yo. En la pizarra, Mónica dijo: —Hay más de 65 millones de refugiados en el mundo".
Roc escribiГі los nГєmeros en la pizarra.
–Estas son personas que, por razones de guerra, dificultades económicas, o en el caso de Centroamérica, violencia de pandillas, han dejado su tierra natal, buscando un mejor lugar para vivir.
Roc tratГі de seguir el ritmo, garabateando furiosamente.
–Se predice que el nivel del mar aumentarГЎ de siete a doce centГmetros para el 2050, —dijo MГіnica.
Cuando Roc terminГі, mirГі a MГіnica, con su tiza en equilibrio.
–Em… creo que…
–Ha declarado dos problemas serios, —dijo Adora. —Ahora, soluciones.
–SГ… ah… no podemos… actuar solos, nadie puede… MГіnica vomitГі sus manos. —No puedo hacer esto, Srta. Valencia. SГ© lo que quiero decir, pero no sГ© cГіmo decirlo.
Adora le dio una palmadita en el hombro a la chica. —Está bien. Trabajaremos en tu presentación más tarde.
–No veo ningГєn avance de grado aquГ, —dijo el Sr. Baumgartner. —Todo lo que veo es una reafirmaciГіn de dos problemas que son de conocimiento comГєn para todos en el planeta. AquГ no hay nada sobre Alemania y PanamГЎ. ВїQuГ© tienen que ver con esto?
–Sr. Baumgartner, —dijo Adora, —trabajaremos en una mejor presentación, pero lo que Mónica sabe, hizo un gesto para incluir a los otros estudiantes, —y al resto de los estudiantes también, es que pueden haber descubierto una manera de proporcionar alguna ayuda para estos dos problemas que enfrenta la humanidad.
–Bueno, si no pueden explicarlo, ¿cómo se va a lograr algo?
–Mientras trabajaban en los proyectos que les asignГ©, se encontraron con una gran depresiГіn en el desierto en el paГs de Anddor Shallau.
–¿Y?
–Es del tamaГ±o de Alemania y PanamГЎ juntos, y estГЎ a ciento cuarenta metros bajo el nivel del mar. Un cГЎlculo aproximado muestra que, si se pudiera llenar de agua de mar, podrГa contener tanta agua como el lago Erie.
–¿En serio? El Sr. Baumgartner se rascó la mejilla. —¿A qué distancia está este lugar del mar?
Adora mirГі a MГіnica.
–Ciento noventa y tres kilómetros, —respondió Mónica.
–¿Cruzar montañas?
–Una meseta.
–¿Qué tan alto? —preguntó.
–Em…
–El paso más bajo está a poco más de 488 metros el nivel del mar, —dijo Roc.
–Es imposible, —dijo el director. —Se necesitarГa una enorme cantidad de energГa para bombear un lago Erie sobre una montaГ±a de cuatrocientos ochenta y ocho metros, sin mencionar el costo astronГіmico de la construcciГіn del oleoducto y las estaciones de bombeo.
–Puede que hayamos encontrado una forma de hacerlo, —dijo Mónica.
–Te digo que no es posible. Es un sueГ±o imposible. El Sr. Baumgartner se riГі de su juego de palabras. —NingГєn gobierno financiarГЎ tal proyecto. CostarГa miles de millones. Y sin alguna ganancia financiera potencial, ninguna instituciГіn financiera invertirГa esa cantidad de dinero". Se girГі hacia la puerta. —Ustedes todavГa tienen una “F”. Encuentren algo mГЎs en lo que trabajar. La puerta se cerrГі de golpe detrГЎs de Г©l.
Mónica suspiró. —Ni siquiera tuvimos la oportunidad de decirle los beneficios, nuestras ideas para financiar el proyecto, y cómo vamos a mover el agua. Se torció las manos. —Lo siento, señorita Valencia. Soy un idiota.
–Está bien. Tenemos que preparar una presentación adecuada. Adora miró alrededor de la habitación. —¿Quién sabe de PowerPoint?
Varias manos subieron.
–Muy bien, —dijo Adora. —Reunamos toda la información: números, fotos, estimaciones de costos, todo. Betty, he visto algunas de tus obras de arte. ¿Puedes hacer algunos bosquejos de cómo se verá este lugar cuando esté terminado?
–SГ, seГ±ora.
–Necesitamos un nombre para este nuevo cuerpo de agua. ¿Alguien ha pensado en un nombre?
Roc levantГі la mano.
–¿SГ, Roc?
–Vamos a llamarlo El Mar de la Tranquilidad 2.0.
* * * * *
Motivados por la perspectiva de no fallar en su segundo aГ±o, los doce estudiantes trabajaron juntos en la casa de MГіnica, por la noche y los fines de semana para preparar su presentaciГіn en PowerPoint.
Cuando finalmente estuvieron listos, la Srta. Valencia invitГі al director al salГіn de clases.
Cuando el Sr. Baumgartner entrГі en la sala, las primeras notas del “Bolero” de Ravel se desviaron de los oradores que Roc y Albert habГan preparado. Los oradores se colocaron a cada lado de la pantalla de proyecciГіn. MГіnica mirГі a la Srta. Valencia, y luego tocГі su iPad para proyectar la primera imagen en la pantalla – un vasto mar azul caribeГ±o con una cordillera nevada que corre diagonalmente a travГ©s del horizonte.
Betty habГa dibujado varios bocetos, luego usГі Photoshop para aГ±adir colores vibrantes a las imГЎgenes. HabГa usado 3DS Max para animar su trabajo artГstico.
A medida que las notas de la flauta melГіdica aumentaban de volumen, el punto de vista de la imagen se elevaba como se podrГa ver desde un helicГіptero.
El mar azul se expandiГі y lentamente llenГі la pantalla. A medida que la vista de pГЎjaro continuaba aumentando, las islas se hicieron visibles.
MГіnica hablГі al micrГіfono; su voz se superponГa a la mГєsica. —Con mГЎs de veintitrГ©s mil hectГЎreas de superficie, El Mar de la Tranquilidad 2.0 tendrГЎ ciento noventa y cuatro islas, una por cada naciГіn de la tierra.
El punto de vista continuГі ascendiendo a medida que mГЎs y mГЎs islas se hacГan visibles.
–El agua para llenar el nuevo mar vendrГЎ de un ocГ©ano a 257km al norte. El agua fluirГЎ a travГ©s de tres tuberГas de 2.7m de diГЎmetro, usando un proceso de sifГіn para…
–Espera, Dakowski, el Sr. Baumgartner la interrumpió.
MГіnica puso en pausa el PowerPoint, y Roc apagГі la mГєsica.
–¿Dijiste “sifón”?
–SГ, seГ±or.
–¿Como esa manguerita de goma que un delincuente usó para robar gasolina de mi Lincoln?
–AsГ, sГ, pero ligeramente mГЎs grande.
–Eso ni siquiera es posible.
–Lo es, señor. Encontramos algo…
–Aguanta ese pensamiento, Dakowski. El Sr. Baumgartner sacó su teléfono y marcó un número. Alguien respondió. —Keller, ¿estás en medio de algo importante? Él escuchó. —Bueno, diles que lean sus libros de texto durante unos minutos. Quiero que vengan a la habitación tres-ocho. Guardó su teléfono y se dirigió a la Srta. Valencia. —El profesor de ciencias viene. Quiero preguntarle sobre este sifón de 257km de largo y cómo…
Keller entrГі sin aliento por la puerta. —¿QuerГa verme, seГ±or?
–¿Corriste hasta aqu�
–No, señor. Sólo corrà un poco.
–Está bien. Dime esto. ¿Es posible tener un sifón de casi 3m de ancho y 257km de largo?
El Sr. Keller parecГa como si le hubieran hecho un examen sorpresa. —Uh… sifГіn? ВїComo cuando succionas la gasolina de un coche?
–SГ, exactamente asГ.
–No veo cГіmo un sifГіn podrГa funcionar por mГЎs de unos pocos metros. Y con un tubo de casi tres metros de diГЎmetro, nunca podrГas aplicar suficiente succiГіn para que el sifГіn se ponga en marcha.
–Eso es justo lo que pensaba. El director miró a Mónica. —¿Y bien?
Monica tocó la pantalla de su iPad y deslizó una imagen en la pantalla de proyección. —Esto es en Arkansas, cerca de un lugar llamado “Marked Tree”.
Era una foto de tres enormes tuberГas chupando agua de un rГo.
–Estos tres sifones de 2.7 metros han estado en funcionamiento por mГЎs de setenta aГ±os, con sГіlo unas pocas interrupciones por mantenimiento. El volumen de agua que pasa por las tres tuberГas es de 548 metros cГєbicos por segundo. MirГі al director. —Es suficiente agua para llenar una piscina olГmpica en 48 segundos o 75 piscinas en una hora.
–Vaya, —dijo el Sr. Keller.
La Srta. Valencia le dio el visto bueno a MГіnica.
El Sr. Baumgartner intervino su telГ©fono. —Peterson, ven a la habitaciГіn 318 de inmediato. GuardГі su telГ©fono en el bolsillo interior de la chaqueta. —El profesor de fГsica sabrГЎ si esta fantasГa funcionarГЎ.
A diferencia del Sr. Keller, el Sr. Peterson llamГі a la puerta y entrГі en la habitaciГіn, con un aire de confianza.
–Echa un vistazo a esa foto, Peterson, —dijo el Sr. Baumgartner.
–Veo tres grandes tuberГas que van al agua.
–Se supone que estГЎn sacando agua de ese rГo sin bombas.
–Mmm… son sifones, apostarГa.
MГіnica sonriГі.
–Esas tuberГas tienen casi tres metros de diГЎmetro, —dijo el Sr. Baumgartner. —¿CГіmo es posible?
–Mi suposiciГіn es que cierran el extremo inferior de las tuberГas con vГЎlvulas, las llenan de agua y luego abren las vГЎlvulas. Mientras la salida estГ© mГЎs baja que el principio y el sello de vacГo permanezca intacto, el agua fluirГЎ sin bombas.
–¿Por cuánto tiempo?
–Indefinidamente, a menos que el nivel del agua en la fuente caiga por debajo del labio superior de la toma.
–¿Hasta dónde puede transferir agua?
–AquГ hay otro sifГіn. Monica cargГі una nueva foto. —Este es un sifГіn en el rГo Malheur en Oregon. La tuberГa de acero de 2 metros recorre 7 kilГіmetros. Ha estado en funcionamiento desde 1940.
–Creo que los romanos construyeron sifones para sus acueductos, —dijo el Sr. Peterson.
–AquГ hay una foto de las ruinas del sifГіn de Beaunant del acueducto de Gier, cerca de Lyon, Francia, —dijo MГіnica, —construido por los romanos alrededor del aГ±o 86 d.C. CorrГa por dos kilГіmetros y medio.
–Muy bien, Dakowski, tienes tu sifón. Continúa con la presentación.
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